Genaro Góngora y José Ramón Cossío

Góngora narra su experiencia como juzgador. Cossío expone casos relevantes

De manera simultánea, acaban de aparecer dos libros que generarán un gran interés por parte de los abogados, por el renombre de sus autores y por la forma en la que abordan los temas que desarrollan en tales obras.

Me refiero a las memorias del ministro en retiro Genaro Góngora Pimentel (Los supremos de la Corte, Editorial Porrúa) y a una compilación de votos particulares del también ministro en retiro José Ramón Cossío, vecino en estas páginas de Opinión de EL UNIVERSAL (Voto en contra, Editorial Debate).

Góngora Pimentel nos presenta una especie de memorias, a sus 81 años de edad, en las que narra episodios de su vida, de su experiencia como juzgador y de su tarea como profesor universitario. No es un recuento secuencial o que guarde algún orden, sino que va brincando de un tema a otro.

Góngora aprovecha varias páginas para ajustar cuentas con algunas personas con las que tuvo amistad. Por ejemplo, se queja amargamente del jurista Raúl Cervantes Ahumada, de quien había sido profesor adjunto en la Facultad de Derecho de la UNAM, porque andaba diciendo que su esposa (la de Góngora) le ponía el cuerno Se queja también de su compañero en la Corte Juan Díaz Romero por lo PUBLICIDAD
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Góngora) le ponía el cuerno. Se queja también de su compañero en la Corte, Juan Díaz Romero, por lo que estima una gran hipocresía al vivir de forma muy modesta mientras era servidor y de forma excesivamente ostentosa cuando dejó de serlo (“entonces se mandó hacer una casa grandota, en un fraccionamiento de alto costo y además, diario vestía con traje nuevo”).

Tampoco se salva de la alada pluma de Góngora quien fue su sucesor en la Presidencia de la Corte, don Mariano Azuela, a quien calica de patético y de monstruo. Abundan las descalicaciones, a veces por razón de sus preferencias sexuales o de su alto consumo de bebidas alcohólicas, de ministros, magistrados y jueces.

Es curioso que el relato de su Presidencia de la Corte abarca pocas páginas y cuenta de manera muy selectiva lo que ocurrió (yo guardo un recuerdo diferente y de primera mano, ya que trabajé con él cuando fue nombrado). Calica a Ernesto Zedillo como el mejor Presidente de la historia de México y cuenta que le negó algunos favores que el Presidente le pedía. Hay otros favores, no relatados en el libro, que no fueron negados. Tampoco abunda en los escándalos personales, que se hicieron públicos para bochorno suyo y de los demás implicados, en un tema que no es solo privado ya que sus relaciones íntimas con varias colaboradoras afectaron profundamente su desempeño como servidor y lo llevaron a tomar decisiones injusticadas.

No estoy seguro de que Góngora, luego de los últimos episodios aireados por los medios de comunicación sobre su vida privada, conserve a muchos de sus amigos, pero sin duda habrá perdido a varios más luego de que lean su libro, como lo advierte en el prólogo de su libro el jurista Valdemar Martínez Garza.

Me quedo con la memoria de lo mucho que aportó jurídicamente en su paso por el Poder Judicial Federal. Fue un gran magistrado de Circuito, estudioso e innovador. Esa fue su etapa más brillante, desde mi punto de vista. Muy distinto es el libro de José Ramón Cossío. Nada hay de personal en él, ni ajusta cuentas con nadie, aunque podría hacerlo porque ha tenido y tiene desencuentros profundos con varios de sus excompañeros ministros. Pero, el a su estilo de riguroso analista del derecho, se concentra en exponer y debatir varios casos relevantes de la Suprema Corte en los que le tocó estar en la minoría e incluso ser, a veces, el único ministro que votó en contra en ciertos asuntos.

En su libro, breve por el número de páginas, pero de enorme riqueza temática, deslan discusiones sobre la libertad de expresión y el llamado “derecho al insulto”, el debido proceso legal, el consumo lúdico de marihuana, los criterios para asignar la custodia de menores en casos de padres divorciados, la discriminación en las fuerzas armadas, el tema
del arraigo como medida privativa de la libertad, etcétera. Es un libro cuya lectura enriquece y representa una fabulosa aportación jurídica. Góngora y Cossío son dos grandes personajes. En sus libros se reejan su personalidad y sus diferentes formas de enfocar el trabajo jurídico. Vale la pena leerlos y darnos cuenta del talante tan diferente de cada uno de ellos.

Fuente: El Universal